Yoga como terapia mente-cuerpo

Yoga como terapia mente-cuerpo

I.
Trabajar en uno mismo, ocuparse de uno mismo es el primer paso hacia la construcción de un mundo mejor, es limpiar la casa para recibir visitas, es salir a la calle todos los días tratando de convivir con los otros, de compartir con los otros, algo que no sea las propias miserias, temores, frustraciones y complejos. Ocuparse de uno mismo es la base para poder involucrarse con los otros de un modo mas sano, mas feliz. Si te ayudas a ti mismo, tienes mas chances de ser ayudado por los otros: ayudarse a uno mismo es la condición para poder ayudar a los demás.
Dice Peter Sloterdijk que la refutación de la esperanza terapéutica consiste en la evidencia de que no se te ayuda sino en el instante en que comprendes que nadie puede ayudarte. El rechazo a la idea de autoayuda es directamente proporcional a la dificultad de la gente de ayudarse a sí misma. 
Es claro que si rechazas la realidad, o si la realidad te rechaza, tienes más que hacer con tu alma. Tu fortaleza siempre se medirá por tu capacidad de aceptar, y trabajar, en tus debilidades. El complemento positivo del miedo es la fuerza de voluntad: cuando se tiene suficiente fuerza de espíritu no hay ocasión para el optimismo o la desesperación. 
En el fondo, como bien dijo Walter Benjamin, ser feliz significa poder percibirse a sí mismo sin temor. Autosuperarse implica aceptarse, el amor propio (la aceptación de uno mismo) es signo de autosuperación. 
En ese proceso, uno debería llegar a ser capaz de reírse de uno mismo, pero ya sin avergonzarse de uno mismo; “para despegar, primero es necesario despegar de uno mismo”. 
Que te importa mas, como te ves o como te sientes? 
II.
Gran parte de la salud es desearla.
El miedo genera tensión muscular, es parte de la respuesta de estrés. Cuando existe peligro, el cerebro activa la musculatura para prepararse para luchar o huir. La tensión aumenta. Por el contrario, cuando el miedo, la sensación de peligro, cede, surge la relajación. Un músculo en tensión constante es, entre otras cosas, un signo de temor, una respuesta desadaptada frente a peligros imaginarios. El ser humano es el único ser vivo que puede activar la respuesta de estrés a través de pensamientos. Cuidado con lo que piensas, que puede hacerte mucho daño. En el fondo, la felicidad se reduce a elegir entre el malestar de hacerse consciente de las aflicciones mentales o el deseo gobernado por ellas. 
La calidad de los sentimientos y emociones que experimentamos tiene su base en el estado de nuestros procesos fisiológicos. Los sistemas emocional, cognitivo y fisiológico están íntimamente interrelacionados a través de una comunicación continua. Mente-cuerpo. No es posible concebir una entidad mental independientemente de su relación con el cuerpo y el entorno. Es la idea de “mente encarnada”. Este enfoque postula que los seres humanos existen intrínsecamente como seres encarnados, y que las funciones mentales como la percepción , la cognición y la motivación, no se pueden entender completamente sin referencia al cuerpo físico, así como al entorno en el que se experimentan.
Los sistemas sensoriales corporales son los primeros en desarrollarse y juegan un papel fundamental en la formación del sentido del yo. La experiencia de uno mismo en el mundo como un ser consciente no surge únicamente de la actividad neuronal dentro del cerebro, sino que implica una compleja interacción entre el cerebro, el cuerpo y el entorno: la integración de la información interoceptiva, propioceptiva, cinestésica, táctil y espacial.
En la práctica del Yoga se hace especial énfasis en la atención a las cualidades de experiencia interoceptivas, propioceptivas y cinestésicas para alentar una experiencia corporal del yo, una experiencia integrativa del hecho de ser, exisitir, como un todo mente-cuerpo.
Las prácticas que fomentan el desarrollo de una actitud existencial meditativa no consisten en el aprendizaje de algún tipo de virtuosismo mente-cuerpo sino, mas bien, en el abandono de hábitos de “ausencia mental”, un desaprendizaje antes que un aprendizaje. Este desaprendizaje puede requerir entrenamiento y esfuerzo, pero es un esfuerzo diferente del de adquirir algo nuevo. Cuando el meditador empieza a soltarse en vez de luchar para alcanzar un estado particular de actividad, el cuerpo y la mente se coordinan con naturalidad, y la reflexión alerta y corporizada se manifiesta como una actividad totalmente natural. 
Dos aspectos fundamentales (que no agotan el tema) marcan el camino de una práctica orientada al desarrollo de las potencias meditativas: el abandono de la idea de logros, adquisiciones y objetivos; y el abandono de hábitos de desconexión mente-cuerpo: todos esos momentos cotidianos en los que experimentamos la disociación entre la acción corporal que estamos realizando y la atención-presencia, que divaga y se pierde lejos de aquello que estamos haciendo. 

III.
Desde el punto de vista científico actual, el Yoga es parte de la medicina mente-cuerpo, como lo es la meditación, cuyo principio básico es que los factores cognitivos, emocionales y espirituales afectan la fisiología, en la salud y la enfermedad. Su objetivo está basado en uno de los deseos humanos más antiguos y perseverantes: vivir una vida larga, significativa y saludable, en un estado de equilibrio y armonía con uno mismo y con el ambiente. Se trata de prácticas que alientan la participación activa de la persona en la actividad. A medida que la práctica despierta la conciencia de las sensaciones físicas y los procesos mentales o emocionales emergentes, el practicante naturalmente va tornándose más capaz de asumir un papel activo, ya sea aprendiendo a relajarse voluntariamente, a experimentar sensaciones físicas más profundamente, a seguir un pensamiento complejo, o logrando patrones de movimiento más sutiles y con menor esfuerzo. Esta conciencia activa y participativa es un valor básico de todas las disciplinas cuerpo-mente.
Es un camino, un ejercicio de autodescubrimiento.
El Yoga, entendido como terapia, es la integración de las técnicas yóguicas antiguas con los conocimientos científicos modernos, medicos y psicológicos, con el objetivo de tratar de modo integrativo a la persona y sus padecimientos. 
Los avances en la investigación psiconeuroinmunoendocrinológica muestran de un modo cada vez mas claro cómo las interacciones bidireccionales entre el cerebro y los órganos y tejidos periféricos, incluidos los sistemas cardiovascular, endócrino e inmune, contribuyen a la salud mental y física. Hoy se sabe, por ejemplo, que las interacciones del estrés psicológico, la depresión conductual y la inflamación periférica, son factores importantes que conducen a afecciones crónicas como la enfermedad cardíaca. 
Las terapias dirigidas a abordar los vínculos funcionales entre mente-cerebro-cuerpo son especialmente efectivas en el tratamiento de un amplio rango de síntomas asociados con muchas enfermedades crónicas actuales. Es fundamental, en ese sentido, la aplicación correcta de las técnicas validadas con fines terapéuticos: no todo ejercicio físico, ni todo Yoga, es saludable. 
El problema con la evolución del hathta yoga moderno no es el cambio en la practica física, o su evolucion a formas mas gimnásticas, sino la eliminación, o la drástica reducción, del componente meditativo de la práctica. El tipo de trabajo fisico es intrascendente comparado con la actitud que debe regir la práctica. Debería ser como el Zen: no importa si es tiro al arco, caligrafía, ceremonia del té, o lo que sea; lo importante es la búsqueda meditativa de la acción.
En el yoga moderno la práctica física sólo convive con un discurso vacío que se refiere a experiencias que no son accesibles mediante esa práctica despojada de la intención meditativa. 
Se habla de chacras y de su apertura, de energías y de acceso a estados superiores por medio de flexiones de brazos y verticales ... Cuando alguien quiere mostrarse profundamente divino, aparece como una bestia. 
La práctica de asana genera las condiciones de posibilidad para la meditación. 
El trabajo postural es el aspecto visible de un proceso holístico que sucede en la totalidad del organismo. La fuerza y flexibilidad, y el incremento de movilidad física no implican mayor salud psiconeuroinmunoendocrinológica si la práctica se limita al aspecto gimnástico, el más superficial. Una práctica que se oriente a modifcar los aspectos estructurales de la salud se basa en técnicas que tienen como prioridad la modificación de las funciones fisiológicas profundas del organismo. La postura, si no es solo una pose para el show, tiene que ser el resultado, y el reflejo, de un cuerpo saludable, que enferma menos, que consume menos energía y que es funcional en la vida cotidiana de un modo acorde a una vida mas feliz. 
Existe evidencia significativa de la conexión entre la postura y los estados emocionales y cognitivos. Se ha demostrado que la alteración voluntaria de la postura influye en las conductas de riesgo. Una postura expansiva induce un aumento en la testosterona, y una postura contraída induce un aumento en el cortisol. La sonrisa (una "postura" de la cara) induce sentimientos positivos y una postura encorvada o desplomada produce un efecto negativo. Pensar palabras relacionadas con el orgullo altera la postura; y una postura colapsada aumenta el pensamiento depresivo. 
¿De qué depende tu flexibilidad? Existe una conexión íntima entre el sistema límbico, que gobierna las emociones y las redes neuronales que gobiernan la longitud y la tensión muscular. El miedo y la ansiedad, así como el dolor, reducen la flexibilidad.
La hiperventilación acelera los niveles de ansiedad y aprehensión, altera el control motor e influye en el control del equilibrio.
La flexibilidad no se refiere sólo a los músculos y articulaciones, sino también a la flexibilidad e interconexión de las emociones, el sistema hormonal, el sistema nervioso periférico, las estructuras grandes y sutiles del cerebro, de los tejidos miofasciales, de los niveles de consciencia, de los modos de aprendizaje y memoria, y de nuestras actitudes en relación a la aceptación y rechazo de nuevas y viejas ideas.
Las investigaciones científicas en neurociencias muestran un efecto dual de la meditación: activa y relaja simultáneamente el sistema nervioso. Se observa una relajación mental y corporal mientras se agudizan la atención y la percepción. Al meditar, se está en estado de alerta consciente mientras la frecuencia cardiorespiratoria se hace más lenta. Uno puede dirigir la atención hacia el objeto elegido sin generar tensión. La práctica de la meditación activa la respuesta de relajación comandada por el sistema nervioso parasimpático (la parte del sistema nervioso encargada del reposo, descanso y calma). Una práctica de Yoga que sobrestimule al organismo, saturándolo de oxígeno y exacerbando al sistema nervioso simpático (la parte que se encarga de la respuesta de “lucha o huída”) por medio de esfuerzos intensos, espíritu de competencia y superación de objetivos (alcanzar cada vez posturas más exigentes, series más complicadas), hasta agotar las fuerzas, termina generando resultados que son opuestos a los descriptos más arriba. 

IV.
Meditar es aprender a estar solo. Y que sea agradable estar solo, sin el nudo en el estómago o la puntada en la cintura, o en el cuello, o donde sea. Estar solo, sin moverse, con los ojos cerrados, reduciendo los estímulos que llegan del movimiento y a través de la vista, conduce a una introspección de la atención, a la que no le queda más objeto que el propio pensamiento, o las sensaciones físicas que origina la quietud. Por eso es difícil. Ya no hay otro. El discurso es, ahora, el monólogo interno, los diálogos internos. Surgen preguntas: ¿porque resulta tan molesto encontrarse de frente, y a oscuras, con nuestro pensamiento? ¿porque angustia? ¿porque da miedo? Al hacerlo uno se da cuenta que no es la muerte, pero que te plantea un desafío muy básico de la vida. Hasta que empieza a suceder algo así como ese momento maravilloso en que se puede volver a escuchar aquella música sin sentir el dolor por el amor perdido, con una nostalgia calma, sin dolor. 
Existen múltiples propuestas terapéuticas para lograr un estado de equilibrio. Es posible influir en la regulación emocional a través del trabajo corporal. Al descuidar la postura, un elemento clave en el equilibrio, surgen dolores, molestias y fatiga. La mala postura obliga a luchar contra la gravedad (¡todo el día!), disipando la energía vital. A medida que se va logrando una postura correcta, la gravedad deja de ser un peso para convertirse en aliada, y esa fuerza puede usarse para moverse con menos esfuerzo. Las posturas de Yoga favorecen el logro de una relación más equilibrada mente-cuerpo. Sentirse “centrado” es un recurso para la autoregulación: la sensación de tener un lugar seguro y estable al que recurrir cuando suceden las perturbaciones. Un objetivo terapéutico de cualquier modalidad de intervención que se enfoque en la prevención de la enfermedad y en la promoción de la salud, tiene que ser la adquisición de estrategias de autogestión de la salud y de autoregulación emocional. 

Durante las últimas décadas, el número de estudios científicos realizados para evaluar la efectividad del Yoga, y la meditación, han reportado diversos grados de eficacia en numerosas áreas de la salud como síntomas del síndrome premenstrual y menopausia, enfermedades autoinmunes y trastornos emocionales en enfermedades neoplásicas; trastornos del estado de ánimo y la ansiedad; dolor y discapacidad asociada a dolor; reducción del riesgo cardiovascular; insomnio, incontinencia, enfermedad y síntomas de cáncer relacionados con el tratamiento y mejora de los resultados posquirúrgicos, hipertensión y artritis; estrés post traumático; mayor bienestar subjetivo, síntomas psicológicos y reactividad emocional reducidos y una mejor regulación del comportamiento. 
Los beneficios en la salud son numerosos y pueden colaborar en la constitución de una vida mas plena, armónica, integrada a la comunidad y respetuosa del medio ambiente. Los cambios saludables en la vida de muchas personas pueden ayudar a construir un mundo mejor.
 

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